Juegos Locales
TEJO
REGLAMENTO
Normalmente se juega por parejas, pero también se puede hacer individualmente.
Se trata de derribar el «Tejo», pequeño cilindro de unos 15 cm. de alto por 6 o 7 de diámetro, hecho frecuentemente de madera, con una «Teja», lastra de piedra circular o elíptica con un diámetro variable de unos 12 o 15 cm. con un grosor aproximado de 2 o 3 cm. Viene pesando desde 700 a 1.000 gr (Medidas todas ellas orientadoras).
Se colocan dos Tejos en el suelo, pues cada vez se tira desde uno de ellos hacia el otro, estando a una distancia de 22 m. Para efectuar las tiradas, el jugador debe colocar un pie junto a un Tejo, pudiendo adelantar el otro en el momento del lanzamiento.
Las Tejas son personales a lo largo de un juego, y cada jugador debe preparar convenientemente la suya.
DESARROLLO DEL JUEGO
En cada turno irán tirando alternativamente un jugador de cada pareja, y empezará por hacerlo uno de la pareja que haya hecho el tanto anterior, menos la primera vez que se echa a suerte mediante moneda al aire, eligiendo además el sentido de la tirada.
Se gana la partida a la puntuación justa de 28.
Cada vez se tirará en un sentido, de un Tejo al otro, hasta que se determina qué pareja es la que se lleva cuatro puntos si no hay derribo, u ocho cuando se produzca derribo del tejo, que en el caso de que sea derribado por más de un jugador, se repetirá el turno de tirada entre los que hayan conseguido el derribo, efectuándose con el mismo sentido de tirada, pero invirtiendo el orden de los jugadores. Si al final de cada turno se continúa empatados, se volverá a repetir la tirada, hasta que uno consiga sobrepasar a los demás.
Cuando no se consigue el derribo, la pareja que deje una Teja más cercana al Tejo, medido desde el borde de la Teja al centro del Tejo, se apuntará cuatro puntos.
En el caso de pasarse de puntuación, estando en 24 obtener 8, se continuará el juego con 12 puntos.
Además de todas estas formas de jugar a la tuta o sus derivados, están los niños, que siempre quieren imitar a los mayores. Hace muchos años en todos los corros de tuta había un grupo de chavales que observaba atentamente las evoluciones de los hombres que se jugaban las perrillas. Alguna vez, con un poco de suerte, el encargado de devolver los chanflos hacía como que se despistaba al tiempo de echar un trago del porrón y te permitía devolver un par de tejos. Y te entraban más ganas de jugar. Lo malo es que muy pocos teníamos un par de chanflos y una tuta de verdad. Y mucho menos monedas. Pero los niños de antes (también los de ahora, pero un poco menos) teníamos imaginación. Y zapatos con un hermoso tacón de goma; y cartones, muchos cartones. Con una navajita o un palo fino desclavábamos un tacón del zapato, hacíamos un redondel en la tierra, depositábamos en el centro de ese redondel una pila de cartones (O de tapas de las cajas de fósforos), y desde una distancia acordada entre todos, arrojábamos el tacón del zapato para derribar la pila de cartones y quedarnos con aquéllos que quedaban fuera del circulo. Algunos llegaban a jugarse el tacón cuando se habían quedado sin cartones para apostar, pero eran los menos. Al acabar el juego, ayudados de una piedra, volvíamos a fijar con los clavos el tacón al zapato y marchábamos a nuestra casa sin cartones o con una pequeña “fortuna” de papel en nuestros bolsillos. Más tarde te enterabas que a este juego lo llaman la china, pero para entonces ya eras mayor y estabas jugando a la tuta “de verdad”, sin dejar que los pequeños se arrimaran a “estropearte” la partida.
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